Normalmente, cuando escribía intentaba hacerlo todo de un tirón, una vez escrito con lápiz sobre una hoja cuadriculada. Intentaba conservar una forma, una figura, es que estéticamente al menos debía ser apreciable.
Tras finalizarlo lo leía, lo releía y lo borraba de un tirón.
Volvía a escribirlo, conservaba aquellas frases que me interesaban y mantenía la misma obligación con la apariencia. Lo releía y lo corregía: el orden, lo que decía y cómo lo hacia, intentaba darle ritmo y musicalidad (aun sin saber que así se llamaban).
Hoy, he vuelto.
Volvi con ese arranque, impulso inocente, que se posa sobre uno cuando regresa a mirar si aun conserva aquellos cachivaches que compro una vez y dejo olvidados.
He vuelto sin compromiso, sin preocupaciones.
Todo de un tirón, una revisada y se acabo.
¿Contagio emocional, sentimental o espiritual?
No importa.
Solo necesito ver si aun puedo encadenar frases de manera coherente cuando ellas no se refieren a filosofía o ciencias.
Este sitio es un caviladero, un pedacito de roca en la infosfera (el ultimo continente de la semiosfera) sobre el cual destapo mi cráneo y aplasto mis neuronas. En él principalmente desuello el lóbulo frontal pero, como todo buen conexionista neurológico supone, al aplastar una de las partes del cerebro se alteran prácticamente todas y la armonía que controla el delicado equilibro de lo psíquico necesariamente se destapa en su ausencia y su presencia. Leed si os interesa, si hay tiempo y si no.
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