Hacía mucho tiempo no sentía la deliciosa pulsión del diablo, la
verdaderamente negra sombra devoradora de ilusiones.
Soy un suicida jubilado, soy una mano incapaz de cortarse sus dedos.
Las negras y vanidosas lenguas con sus soporíferos venenos, el corazón exudando
desolación, alguna que otra vez me visitan y las acaricio, negra y fría noche
con demasiadas luces.
Hola, abre las fauces esta enorme boca que durante tanto tiempo
estuvo a mi lado, el desatino de moverme en cualquier dirección.
Monologo: tango desastroso, danza sobre espinas, sobre alambre de
púas; si las citas a Baudrillard son inútiles es porque la cabeza que clamaba,
esa pútrida y maloliente cabeza arrancada de su des variante cuerpo, con la
carne tostada, las moscas volando, la sangre cuajada, las profecías acalladas,
es una cabeza devorada y el que venía detrás es un cadáver en un palo, el
placer que nos cautiva.
La noche, desierto infinito, una casa con sus habitaciones, ropa
roída, polillas por doquier; al lector:
No leas, no quieres saber que donde anida el cuervo
apesta a ojos arrancados.
Los puentes siempre están rotos e irónicamente donde solo hay
ruinas, pedazos irreconocibles, es por donde podemos transitar. La inutilidad
de los arquitectos.
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