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domingo, 12 de julio de 2020

7. Anahata

La oscura noche abre su boca y bosteza,

mis alas negras siguen entumecidas,

membranas traslúcidas y heladas,

así nadie puede emprender vuelo,

yo, no.

 

El fuego y la calma,

tal vez hay dioses

cuyo ímpetu feroz

y celestial sabiduría

(su ardiente amor)

les deja sobrevolar

y recorrer los cielos.

 

La oscura noche abre su boca y bosteza:

mi cuerpo delgado,

mi carne caliente,

mis ojos cansados,

mi mente adormilada.

No hay deseo,

qué extraño;

parece que la lujuria

nunca estuvo,

qué extraño;

admiración ante las musas,

inhumanas bestias de cabellos negros,

inhumanas voces de metáforas,

de frases escuetas,

inhumanos oráculos que Tzara mismo pudo escribir.

 

El fuego y la calma,

Prometeo fue encadenado

su estomago abierto

y sus vísceras pegajosas y sangrientas

alimento de las aves

pero al final Zeus es derrocado.

 

Los dioses deben morir,

Cristo dio el primer paso,

el siglo de las luces continuó lo caminado,

solo permanece lo que viene (L'avenir),

el acontecimiento, que cita Caputo,

Dios sin Dios, Dios después de Dios:

cuando el ser perfectísimo desaparece queda su huella,

lo que posibilita su existencia,

esa intrincada malla,

su posibilidad;

tal vez no hay dioses,

uno se los crea.

 

La oscura noche abre su boca y bosteza,

mis alas negras siguen entumecidas,

tal vez una estatuilla es un plagio a la naturaleza

y el tótem que me hice no era real,

pero puede serlo, pudo serlo,

(L'avenir)

no lo era, no lo quiso ò no se sabe

pero pudo,

algunas veces los dioses quieren serlo,

algunas veces el súcubo se posa en el altar,

algunas veces los ritos tienen su propio movimiento

(siempre).

 

El fuego y la calma,

el silencio,

el murmullo,

hablar con paredes,

ser visto y nunca extasiado;

mis negras alas siguen quietas,

ya no se abren,

ya no llaman la atención,

su peso desapareció ante su secamiento,

tal vez nunca descendí tan profundo

aunque en mi descenso

mis pies tocaron tierra caliente,

que calcino mis ambiciones,

tierra que selló mis fantasías más lóbregas:

el obsceno enamoramiento con la autodestrucción,

el perverso desahucio;

el sello indica que la muerte

no va a llegar,

ya está aquí,

acecha

y atrapa,

como pasó con Deleuze,

como pasó con Guattari,

cómo pasó, con el que quiero conocer:

Bataille...

digo Barthes, Roland Barthes,

atropellado por un fantasma,

fue una promesa,

una luz que se apagó

como una hormiga,

como una brizna que el viento levanta

pues vida y muerte son una sola,

ambas permanecen,

la ausencia y la presencia

comparten cama,

estamos presentes y somos ausencias,

múltiples ausencias que a su vez

son múltiples presencias.

 

Hoy no hay inciensos,

no hay sacrificios,

no hay dios,

no hay amo,

no existo,

solo me pregunto

¿Por qué no puedo volar?

y la respuesta es

No lo necesito.

 

(Es compasión imbécil).

 

-Derenif?


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