La oscura noche abre su boca y bosteza,
mis alas negras siguen
entumecidas,
membranas traslúcidas y
heladas,
así nadie puede emprender
vuelo,
yo, no.
El fuego y la calma,
tal vez hay dioses
cuyo ímpetu feroz
y celestial sabiduría
(su ardiente amor)
les deja sobrevolar
y recorrer los cielos.
La oscura noche abre su boca y
bosteza:
mi cuerpo delgado,
mi carne caliente,
mis ojos cansados,
mi mente adormilada.
No hay deseo,
qué extraño;
parece que la lujuria
nunca estuvo,
qué extraño;
admiración ante las musas,
inhumanas bestias de cabellos
negros,
inhumanas voces de metáforas,
de frases escuetas,
inhumanos oráculos que Tzara
mismo pudo escribir.
El fuego y la calma,
Prometeo fue encadenado
su estomago abierto
y sus vísceras pegajosas y
sangrientas
alimento de las aves
pero al final Zeus es
derrocado.
Los dioses deben morir,
Cristo dio el primer paso,
el siglo de las luces continuó
lo caminado,
solo permanece lo que viene
(L'avenir),
el acontecimiento, que cita
Caputo,
Dios sin Dios, Dios después de
Dios:
cuando el ser perfectísimo
desaparece queda su huella,
lo que posibilita su
existencia,
esa intrincada malla,
su posibilidad;
tal vez no hay dioses,
uno se los crea.
La oscura noche abre su boca y
bosteza,
mis alas negras siguen
entumecidas,
tal vez una estatuilla es un
plagio a la naturaleza
y el tótem que me hice no era
real,
pero puede serlo, pudo serlo,
(L'avenir)
no lo era, no lo quiso ò no se
sabe
pero pudo,
algunas veces los dioses
quieren serlo,
algunas veces el súcubo se posa
en el altar,
algunas veces los ritos tienen
su propio movimiento
(siempre).
El fuego y la calma,
el silencio,
el murmullo,
hablar con paredes,
ser visto y nunca extasiado;
mis negras alas siguen quietas,
ya no se abren,
ya no llaman la atención,
su peso desapareció ante su
secamiento,
tal vez nunca descendí tan
profundo
aunque en mi descenso
mis pies tocaron tierra
caliente,
que calcino mis ambiciones,
tierra que selló mis fantasías
más lóbregas:
el obsceno enamoramiento con la
autodestrucción,
el perverso desahucio;
el sello indica que la muerte
no va a llegar,
ya está aquí,
acecha
y atrapa,
como pasó con Deleuze,
como pasó con Guattari,
cómo pasó, con el que quiero
conocer:
Bataille...
digo Barthes, Roland Barthes,
atropellado por un fantasma,
fue una promesa,
una luz que se apagó
como una hormiga,
como una brizna que el viento
levanta
pues vida y muerte son una
sola,
ambas permanecen,
la ausencia y la presencia
comparten cama,
estamos presentes y somos
ausencias,
múltiples ausencias que a su
vez
son múltiples presencias.
Hoy no hay inciensos,
no hay sacrificios,
no hay dios,
no hay amo,
no existo,
solo me pregunto
¿Por qué no puedo volar?
y la respuesta es
No lo necesito.
(Es compasión imbécil).
-Derenif?
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